Se cayó la careta
y la farsa ya no resiste
ni el más mínimo reflejo,
si me dan es que me dejo
y no lo puedo creer,
te juno más adictiva
a la traición que al placer.
Sentía a pesar de todo
los códigos indelebles
del barrio o el arraval,
y los echaste a o rodar
con rebusques de mujer.
Las cigarras del jardín
sonaron como bocinas
y encendieron en alerta.
Ahora una señal de humo
te pinta como a hojas muertas
y no te hagas la rata cruel
porque no odio ni temo.
Tomá, te devuelvo el buzón,
porque no lo necesito.
Te diría que pirés,
que no me chamuyes más,
pero no quiero convento
ni prender ventilador.
Es una pena muñeca,
porque yo si se quien soy.

("...En la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
se ha mezclao la vida..." E. S. Discépolo).

Desandando dolores me topé con Forest,

iba por Los Incas, nos alcancé a ver.
Ayer conocidos imperfectos,
hoy perfectos desconocidos.
Como deshaciendo caminos de besos

recorrí esa calle en sentido inverso;

desde aquella noche fue que la locura

escondida en veredas rotas
y árboles arcaicos,

aceptó alguna mentira que decía amor.
Heredia, Estomba, Tronador, Plaza y Holmberg,
veníamos bien,

todo se desmoronó en Alvarez Thomas.

De ahí vi lo de Charly, cita un medio día,

también lo de López, el deseo cumplido.

Pero en otra esquina viven las caricias

y el viejo apetito con aire audaz,

ese que mezclaba ombligos y alcohol

como si tu cuerpo diera de beber.

Un chistido breve me sacó del trance.

Era el empedrado, me reconoció.

Me dijo che pibe, no te des manija

la historia fue histeria,

se apagó ese fuego

y ni cenizas quedan.

Hoy me duelen todas.

Las que me dejaron,
las que abandoné,
las que recuerdo,
las que ya olvidé.
Las putas y santas,
las princesas y las piratas.
Las lindas, las feas,
las flacas, las gordas,
las que no ríen, sólo hacen muecas.
Las que huyeron y volvieron,
las leales y las que mintieron,
las que fueron de frente y
las que fueron panqueques;
las agrias como la hiel,

las dulces como la miel,

las que me miran,
las que no ven.
Hoy me duelen todas,
pero más me duelo yo.

Aprendiendo a sentir sin mirar,
a palpar con faroles apagados,
miro tus ojos y me veo,
me reconozco en tu desesperación,
me tiembla el pulso si me pongo en tu lugar.
No todo lo cura el tiempo,
la Libertad no es para cualquiera.
Tu chance está intacta, la mía no.
Tu tiempo es hoy, yo ya pasé.
Tacho mi doble y no espero el as.
El enroque dejó al Rey a merced de los alfiles,
un caballo y dos peones ya se cargaron las torres.
La culpa, el dolor y la soledad
intentan torcer un brazo débil,
que resiste entre las sombras
de un miércoles de madrugada,
donde las letras del derecho
se muestran como hormigas endiabladas.
Y esta puta alegría que no vuelve...
La ves coquetear con la apatía
y se mueve sigilosa entre magos
con guantes blancos.
El amor se muestra descartable,
el envase ya no es hermético...
deja pasar la humedad.

El tiempo dio la derecha,
siendo juez y parte
escribió el punto...
y aparte.
En esas esquinas,
en estos bares,
nadie es quien era
ni mira nada, ni mira a nadie.
Los lagartos se muestran al sol
pero no soportan los ocasos,
y en las noches sin farol
sacan lustre a sus aureolas
sin esconder antifaces.
Las almas reprimidas
dosifican los placeres
y los sordos se cortan la lengua
para no taparse la boca
y tener que hacerse los mudos.
Esos otarios marchitos quieren brillar,
viven hoy desatando nudos
y se bañan en alcohol...
para cerrar sus heridas.
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