Me viste y torciste el ojo.
Sabiendo que yo en tu puerta
ya no voy a molestar,
pispeaste así, de coté,
haciéndote la del tuerto.
El quía me tira el muerto
y la juega de bacán,
chamuya que yo lo parlo
y a mi me pinta un gomía,
más que veleta es otario
porque nunca saca en cuentas
las patas cortas de su careta.
Y vos, que la sabés lunga,
me extraña araña
que compres la que te vende
y encima me pongas gorra,
o estás perdiendo la maña,
o te estás haciendo la zorra,
porque no querés oír
las voces que dejo al viento.

Dos maneras,
de amar, de decir te amo.
Dos princesas,
un rey sin corona, ni reina, ni reino.
Dos pedazos,
de mi alma, de mi ser, que se roban mis sentidos.
Dos flores,
las más lindas, de un modesto jardín.
Dos amores,
frutos de algún amor, hoy un desamor.
Dos corazones,
partes del mío, por quienes suspiro en esta pieza.
Dos personas,
que algún día van a entender de que va,
y quizá puedan perdonarlo todo.

Gracias por la magia y por tanto talento.

Muy rico todo, que no sea nada,
que no se corte en Buenos Aires.
Pero, si tengo que esforzarme para no mas lágrimas a derramar;
Si me asalta una duda, un recuerdo, o un deseo,
lo adorado, lo vivido, una pena o el olvido;
Si enloquezco porque otra mentira resuelvo
o porque alguna reunión me trae algún padrino;
Ya no queda más que apechugar
colgarme de una palmera o salir a caminar.
Ponerme el parche en el ojo y el garfio en la mano izquierda,
calzarme la pata de palo,
enarbolar la bandera con tibias y calavera
y salir a naufragar, otra vez.
Que al fin de cuentas sólo es más de lo mismo,
otra historia en la histeria de la vida.