11.8.11


Abre sus alas cobijándote,
llena todo de amor el angel terrenal.
Con sus ojos pinta el cielo
o la mas negra noche frunciendo el entrecejo.
Abre la puerta para ir a jugar,
y la historia particular le embarulla el presente.
Endulza y eleva, y te lleva de la mano a recorrer el edén,
o te baja a sus infiernos para jugar con él.
La noche le desanda una muerte lenta
de un corazón fuerte como casa de adobe;
la mañana le abre las ventanas del alma
y se resiste a entender.
No cabe la pena en la comisura de sus labios,
pero la vive tan a flor de piel
cuando una duda la pasea por la calle desilusión.
Deja la huella de sus besos,
las marcas de la pasión tatuadas en el lomo,
y regala un puñado de angustias cuando se escuda en el invierno.
Y cuando el frío se hace amo y señor,
su dulzura queda a mitad de camino,
esperando que le abriguen la soledad.