
y la farsa ya no resiste
ni el más mínimo reflejo,
si me dan es que me dejo
y no lo puedo creer,
te juno más adictiva
a la traición que al placer.
Sentía a pesar de todo
los códigos indelebles
del barrio o el arraval,
y los echaste a o rodar
con rebusques de mujer.
Las cigarras del jardín
sonaron como bocinas
y encendieron en alerta.
Ahora una señal de humo
te pinta como a hojas muertas
y no te hagas la rata cruel
porque no odio ni temo.
Tomá, te devuelvo el buzón,
porque no lo necesito.
Te diría que pirés,
que no me chamuyes más,
pero no quiero convento
ni prender ventilador.
Es una pena muñeca,
porque yo si se quien soy.
("...En la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
se ha mezclao la vida..." E. S. Discépolo).