La vida es un sin fin de apuestas,
pero nunca tengo resto para redoblar.
Juego entre lo cierto y lo incierto
en oscuros momentos,
a volar sin levantar los pies del suelo,
pero mirando con cariño las pausas eternas
y respirándote hondo,
comprándote todo.

Por qué volviste?
Si no te lo pedí.
Porqué me buscas?
Si no me hago encontrar.
Si no te llamo,
para qué venís?
En un rápido repaso hago cuentas,
y recuerdo las horas de felicidad de Bodoque,
la falsa Cenicienta,
las horas de vuelo,
los vuelos eternos,
los desvelos, los anhelos,
las noches en vela bañando mis ojos.
En ese recuerdo,
me miro y te miro.
Me veo,
y te veo más linda que nunca.
Prefiero no verte.
Prefiero creer en aquello de "ojos que no ven,
corazón que no siente".
Te veo radiante, suave, caliente;
me veo otras vez,
pidiéndome a gritos,
el dejar de verte.

Otra final y van...
Cada paso es uno en falso,
cada piedra, otro estímulo,
alguna vez llegará al final del arco iris.
Vamos viendo claramente
sus eternos sinsabores.
Cada uno culpa suya,
porque la Diosa Fortuna,
que sonríe de vez en cuando,
no es responsable de su ocaso,
sino suya es su autoría,
aunque lo mire de lejos
como a perro que renguea.
Mientras siga en el camino,
nunca cambiará el destino
y partiendo de ahí mismo,
llegará (sin llegar)
siempre a ninguna parte.