Siempre que la aguantaron
me hizo de guapa en la cara,
aunque después reculara
por una tibia razón.
Nunca santo de su devoción,
y menos ahora, que tiene banca,
tiró siempre a la marchanta lo que
parló el corazón.
Ya se, no es culpa de chancho
sino del que le da de morfar.
Soy un otario, lo se,
y no duele la apatía,
jode que en medio de todo
estén esas dos cosas mías
que ahora duelen,
como helaron el verano,
y que aunque les chamuyen finito,
voy a ser siempre su aliado.
Y cómo ya lo hice antes,
durante y después de ella,
me las voy a arreglar solo
con paciencia como escudo
y el fuelle como espada.
Aunque no busco venganza,
mochila pesada para los giles,
la rueda yira que yira
y hoy me toca estar de abajo...
ya me va a tocar ver de arriba.
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