
Todos se acallaron al instante. Su tía sólo atinó a tomarse la cara y romper en llanto, al tiempo que su tío trataba de que los ojos no le salieran de las cuencas.
El no hizo más que ver la sangre que surgía a borbotones, giró su cara impávida y sólo insistió en preguntarle:
- ¿Sos feliz ahora?
Después se desplomó llevándose consigo la angustia de sus últimos cuatro años.
XXIV/I/MMIV
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