24.8.06

La mañana siguiente no hubo mañana y la noche pareció perpetuarse en el horizonte costero. Ni Luna había que los alumbrara.
Pasada hace rato la hora del gallo todos se miraron azorados y, bajo la luz artificial, observaron de reojo el reloj de la plaza que indicaba que el Sol debería estar abrazándolos como en cualquier mediodía de verano.
No habían chocado los planetas... o si. Es que el Sol y la Luna habían pasado la noche ensayando una nueva reconciliación durante largas horas, y se habían quedado dormidos después de compartir el último cigarrillo.

XXIV/I/MMV

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