2.7.07

Su cabeza le dijo no, varias veces, no hagas una locura.
Te va a pasar lo de siempre! Le advirtió...
Claro, el corazón, muy valiente cuando se siente acompañado,
no lo escuchó ninguna de las infinitas veces en que se cruzaron.
Si esta misma mañana le dijo a la boca que le diga adiós,
pero el corazón irrumpió y presionó a la lengua para que le pida un te quiero.
Demasiado bien se sentía el corazón que se daba cuenta que algo andaba mal.
"Como siempre, mejor estás, peor vas a estar", se repetía constantemente.
No seas iluso, no se usa en estos tiempos. Nadie lo ve, nadie lo siente.
Que carajo me importa!, decía el corazón, agrandado, creyendo que había encontrado una compañera para sus juegos, creyéndola impiadosa como él, valerosa con tal de saciar sus sedes obscuras.
Que carajo me importa el mundo!, repetía, mientras tejía sobre su recuerdo las mil y una historias en complicidad con la mente.
"Si necesito que me quiera, se lo pido", sostenía y argumentaba sus desequilibrios con la misma sinceridad con que configuraba las mismas ilusiones que creaba.
Pero llegó la noche. Otra noche, de las mas negras. De esas que marcan finales.
El corazón supo que todos tenían razón, que ella no era lo que él pensaba, pero si tan querible y fascinante como la había visto.
Y así se fue, pidió disculpas a la mente por involucrarla en esas cosas, a la cabeza por no oírla, a la boca por obligarla a besar, a sus manos por tener que guardar el recuerdo de esa piel, a los ojos por tener que seguir viéndola aún con otros ojos, y al deseo, que finalmente se había prestado a jugar el juego, y que ahora se quedaba sin nada.
y fue en busca de la soledad y la desesperanza, que al fin y al cabo son quienes lo estaban esperando, siempre, sin pedir nada a cambio.

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